Lo heredado y lo adquirido
(A partir de A.Damasio)

En innumerables clases y pláticas he mencionado este concepto que para mí, sintetiza uno de los puntos cruciales en la adquisición de nuevas habilidades sobre el instrumento.
Lo heredado, es lo que (si bien lo entendemos intuitivamente pero mucho no lo entendemos) es lo que nuestra cadena genética ha depositado en nosotros a través de innúmerables (no infinitas, se pueden contar) generaciones.
Lo adquirido es lo que en nuestra modesta permanencia en este mundo (llamado por algunos «valle de lágrimas») aprendemos de nuevo y que en algunos casos coincide con lo heredado, y en otros en grado mayor o menor, lo contradice.
Véase el natural pesimista de mucho de nuestro idioma. El «valle de lágrimas» en nuestro idioma con el que hemos sido «educados» (y no conquistados) los latinoamericanos, no especifica si son lágrimas de tristeza o de alegría al despertar sorpresas muy. Prefiero esta última interpretación. (¿Cómo se dirá valle de lágrimas en nahuatl guaraní, purépecha, mapuche u otro de los cientos de idiomas que nos eliminaron los «civilizadores españoles»–cuando España aún no existía como entidad– cancelando para siempre interpretaciones riquísimas que describían situaciones –y por tanto su denominación– totalmente desconocidas para Hernán Cortés y sus súbditos.
Muchas veces he difundido algo que leí (dónde ?), que al levantarse gradualmente de su original naturaleza en 4 patas, el homínido quizás al impulso del hambre o la curiosidad, extendió algo de sus patas anteriores para intentar llegar a una fruta atractiva. Con el tiempo  -quizás siglos ?– fue refinando este intento. Y este intento se depositó genéticamente en sus hijos, nietos, tataranietos etc. cruzándose con l os de los tataranietos de la otra rama de su ascendencia, que llegaba vaya a saber de qué comarcas cálidas o heladas. Sus movimientos heredados, seguramente eran diferentes: unos distendidos, otros temblorosos. Y ¿cuales de sus expeiencias se depositaron y transmitieron a sus herederos ?
Si bien comprendemos borrosamente cuál es la transmisión genética, hasta que no veamos un «gen» (¿ son planos, esféricos, cilíndricos o qué ?) no terminaremos de intuír cómo se transmite de una generación a otra, embutidos en esa cadena doblemente helicoidal que habita en –según nos han dicho– en cada una de nuestras células. Somos seres irremediablemente visuales…
Esos genes  intuídos y ubícuos, pasan de una generación a otra y se cruzan con innumerables (NO infinitas) herencias de otras comarcas, hasta que muchísimo tiempo después, a un lejano heredero de esta epopeya, se le ocurra que mover cada uno de esos dedos por separado, y no en un apretado paquete, le causa una indecible sensación de placer y quizás felicidad.: como diría Antonio Damasio: un sentimiento. Y lentamente decide que ese movimiento (el movimiento es el arranque), quizás le sirva para apresar un objeto. Quién sabe cuantos tataratataratataranietos más adelante, esos movimiento le servirán para apresar una fruta, el cuello de un ave, o acariciar a un compañero/era de su estirpe llegando a un sentimiento placentero.
Han transcurrido, quizás, cientos de miles de años.
Y un heredero de esta lenta maravilla, llega a la conclusión de que frotando un objeto –con aquellas manos en principio torpes– con otro objeto caído en sus manos por casualidad, obtiene un sonido que es posible remede la voz humana o animal, o la iguale o la supere, y esto le causa otro sentimiento de placer.
La casualidad y el cuerpo, lo llevan a depositar en sus numerosos pero mucho más acotados descendientes, estas sensaciones, estos sentimientos de placer, de reconciliación con algo que no puede definir pero que siente en su interior, y que en pocas generaciones (a lo mejor unas pocas docenas, algún ciento), se transformarán en un instrumento musical. La música aún no existe como tal y mucho menos su codificación universitaria. Pero sí, existe en el interior de este tatara-tatara-tatara- abuelo nuestro que hoy a veces, miramos con algo de desprecio o conmisceración.
Años (siglos ?), después para obtener aquellos sonidos apenas sugeridos por nuestros sentimientos y sensaciones, nos damos cuenta de que moviendo un dedo en oposición al pulgar –que a la sazón se ha convertido en un diligente opositor a sus hermanos– podemos apresar uno de esos evanescentes sonidos. Y con un dedo paralelo, otro y otro.
Y aquí, en un espacio ridículamente pequeño en comparación a aquella epopeya que mencionaba, se crea una técnica, que orgullosos, denominamos «técnica francesa, rusa, alemana o checoslovaca».
Debemos adaptar aquellos movimientos trabajosamente heredados por miles de años, a caprichos o caprichitos de nuestra percepción «cultural» –ya muy afinada– que nos hará emocionarnos con sentimientos que tardaron miles y miles de años en edificarse. Y a medida que lo consigamos, les atribuiremos, de la mano de kreutzer, Sevcik, Flesch y otros fatuos inconscientes, la razón última de convencer y conmover a quienes nos escuchan.
Se ha concretado la fusión entre lo heredado y lo adquirido. Dónde estará la piedra fundamental ?

Pensando
el violín

Pensar y tocar el violín son actividades que generalmente se confunden. Como muy frecuentemente los violinistas nos concentramos en tocarlo y no pensarlo demasiado, van algunas reflexiones hechas durante muchos años y que he tratado de dividir, pera mayor claridad, en áreas separadas que, sin embargo, siempre se tocan:

Tocando
el violín

El otro
violín

Sistema de
Enseñanza

Protocolos
Pandémicos

Hoja de vida

ESCUCHAR

HALFFTER, Rodolfo - Concierto para violín y orquesta Opus 11

Director: Fernando Lozano- Solista: Jorge Risi

SMETANA, Bedřich - De la patria

Violín: Jorge Risi - Piano: Élida Gencarelli

KAGEL -Tango Alemán

Voz: Mauricio Kagel - Bandoneón: Alejandro Barletta - Piano: Carlos Roqué Alsina - Violín: Jorge Risi